La independencia de Checoslovaquia fue proclamada el 28 de octubre de 1918 por el Comité Nacional Checoslovaco, en la emblemática Plaza de San Wenceslao de Praga, un lugar profundamente simbólico, consagrado al santo patrono de la nación checa.
Aquel acto marcó el nacimiento de un nuevo Estado soberano en el corazón de Europa, tras siglos de dominio extranjero.
El Reino de Bohemia, fundado en el siglo XIII, alcanzó su máximo esplendor bajo el reinado de Carlos IV, rey de Bohemia y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Su legado perdura hasta hoy: en 1348 fundó la Universidad Carolina de Praga, la más antigua de Europa Central, convertida en cuna del pensamiento humanista y símbolo de la identidad checa.
A partir de 1620, las tierras checas pasaron a formar parte de Austria, y posteriormente del Imperio austrohúngaro en 1867. Tras la derrota de dicho imperio en la Primera Guerra Mundial, checos y eslovacos proclamaron la independencia y fundaron Checoslovaquia, un nuevo Estado que rápidamente se consolidó como una nación moderna e industrialmente avanzada: durante las décadas de 1920 y 1930 figuraba entre los diez países más desarrollados del mundo.
El curso de la historia se alteró drásticamente en 1938, con la ocupación nazi. Checoslovaquia fue fragmentada en el Protectorado de Bohemia y Moravia y el Estado Eslovaco, bajo tutela alemana. La independencia nacional fue restaurada en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, aunque el país perdió Rutenia Subcarpática, anexada por la Unión Soviética.
En 1946, el Partido Comunista Checoslovaco ganó las elecciones, dando inicio a un nuevo régimen bajo la órbita del bloque soviético. Sin embargo, el anhelo de libertad persistió en el espíritu checo y eslovaco.
El noviembre de 1989 marcó un punto de inflexión histórico con la Revolución del Terciopelo, un movimiento pacífico impulsado por estudiantes e intelectuales que logró la transición democrática sin derramamiento de sangre. Las elecciones libres de junio de 1990 consolidaron el sistema democrático y transformaron al Estado en una federación: la República Federal Checa y Eslovaca.
A fines de 1992, ambas repúblicas acordaron separarse de manera amistosa, dando origen a dos Estados soberanos: la República Checa y Eslovaquia. Desde entonces, la República Checa ha transitado un camino de profundas reformas, apertura económica e integración internacional.
Fue miembro fundador del Grupo de Visegrado en 1991 (primero como Checoslovaquia y luego como República Checa), ingresó a la OCDE en 1995, a la OTAN en 1999, y a la Unión Europea en 2004, presidiendo este último organismo en la primera mitad de 2009.
Francia, el Reino Unido y los Estados Unidos fueron los primeros Estados en reconocer la independencia checoslovaca, un gesto que selló el respaldo de las potencias occidentales a la nueva nación europea.
Celebración en Buenos Aires: diplomacia y cooperación renovada
En conmemoración del Día Nacional de la República Checa, la Embajadora Su Excelencia Jarmila Povejsilová ofreció una elegante recepción en su residencia de Buenos Aires, que contó con la presencia del cuerpo diplomático acreditado en la Argentina, representantes de organismos internacionales, amigos y distinguidos invitados.
Durante su discurso, la Embajadora destacó las excelentes relaciones bilaterales entre la República Checa y la Argentina, resaltando los avances logrados en el último año y las nuevas oportunidades de cooperación en materia económica, científica y cultural.
Subrayó, asimismo, la importancia de facilitar las inversiones recíprocas y de fortalecer el vínculo entre la Unión Europea y el MERCOSUR, como plataforma para un desarrollo sostenible y equilibrado entre ambas regiones.
La Embajadora Povejsilová recordó también las recientes visitas del Vicecanciller y del Viceministro de Defensa de la República Checa a la Argentina, que contribuyeron a consolidar el diálogo político y la cooperación estratégica en ámbitos de interés común.
La celebración del 28 de octubre no solo evoca la independencia checa, sino también el espíritu de resiliencia, modernidad y apertura que caracteriza a un país que ha sabido reinventarse sin renunciar a sus raíces.
La República Checa se proyecta hoy como un socio confiable y dinámico en la comunidad internacional, firme en su compromiso con la democracia, la cooperación multilateral y la construcción de un mundo más estable y solidario.