Haití celebra una consagración que trasciende lo musical. El compas, uno de los géneros más queridos y representativos de su identidad cultural, fue incorporado esta semana a la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, en un reconocimiento que honra no solo a un ritmo, sino a un pueblo que ha sabido encontrar en la música una forma de resistencia, consuelo y afirmación colectiva.
Nacido en la década de 1950, el compas —también conocido como konpa o kompa en criollo haitiano— surgió como una síntesis vibrante: inspirado en el merengue caribeño, enriquecido por la tradición africana y atravesado por la creatividad urbana haitiana. Su ritmo sincopado, hipnótico y elegante, se convirtió rápidamente en la banda sonora de la vida cotidiana del país.
La fuerza simbólica del género quedó especialmente de manifiesto la noche del 18 de noviembre, cuando Haití logró clasificarse a la Copa del Mundo por primera vez desde 1974. En Puerto Príncipe, multitudes salieron a las calles entre bailes espontáneos y sonrisas compartidas; en los hogares, el compas acompañó la celebración como un idioma común, un pulso colectivo que unió a generaciones enteras.
En su declaración oficial, la UNESCO destacó que el compas “reúne a personas de todas las edades, géneros y orígenes”, subrayando su papel como práctica cultural viva, transmitida de generación en generación, capaz de fortalecer los lazos sociales y preservar la memoria colectiva.
Desde el punto de vista musical, el compas se caracteriza por una rica instrumentación que combina tradición y modernidad: el tanbou haitiano —tambor ancestral— convive con congas, guitarras eléctricas, trompetas y secciones rítmicas que dialogan con el jazz y otros sonidos del Caribe. Esta fusión explica en parte su vigencia y su capacidad de adaptación a nuevos tiempos sin perder su esencia.
A más de 70 años de su creación, el compas sigue reinando en Haití. Figuras emblemáticas como Coupé Cloué sentaron las bases del género, mientras que agrupaciones contemporáneas como Carimi lo proyectaron a nuevas audiencias, dentro y fuera del país. En la diáspora haitiana, el compas continúa siendo un puente emocional con la tierra de origen.
El reconocimiento de la UNESCO llega en un momento crucial. En medio de profundas dificultades, Haití ve cómo uno de sus mayores tesoros culturales recibe un aval internacional que reafirma su valor universal. El compas no es solo música para bailar: es identidad, memoria y esperanza. Un latido que, pese a todo, sigue marcando el tiempo de un pueblo que no renuncia a su alegría.