En el corazón de Puerto Príncipe, la capital haitiana, se alza uno de los museos más emblemáticos del Caribe: el Museo del Panteón Nacional Haitiano (MUPANAH). Concebido como un espacio para preservar y difundir la historia, la cultura y el patrimonio de Haití, este museo se erige sobre el sitio que alguna vez ocupó el antiguo Palacio Presidencial, destruido por el terremoto de 2010.
El MUPANAH no es simplemente un museo; es un santuario de la memoria nacional. Sus salas narran, a través de una cuidada colección de artefactos, documentos y obras de arte, los momentos más significativos que han forjado la identidad haitiana. Desde piezas precolombinas que evocan la presencia de los pueblos originarios, hasta objetos que remiten a la lucha por la independencia —la primera de una nación negra en el mundo y la segunda república independiente en el continente americano—, el recorrido ofrece un viaje profundo por más de cinco siglos de historia.
Entre las piezas más singulares y cargadas de simbolismo se encuentra un objeto que conecta a Haití con uno de los episodio fundacionales de la historia moderna: un ancla que, según la tradición, perteneció a uno de los barcos de Cristóbal Colón en su primer viaje a América en 1492. En aquel entonces, la isla, conocida como La Española, fue uno de los primeros puntos de contacto entre Europa y el Nuevo Mundo.
Esta reliquia no es solo un vestigio náutico; es un testimonio tangible de los primeros encuentros —y choques— entre civilizaciones. El ancla evoca tanto la aventura marítima y la expansión geográfica que transformaron el mundo, como las consecuencias profundas y, en muchos casos, devastadoras que la colonización trajo para los pueblos originarios. Es un recordatorio de cómo Haití fue, desde el principio, un escenario clave en la historia de la exploración y la colonización europea en las Américas.
Hoy, la presencia del ancla en el MUPANAH invita a reflexionar sobre los múltiples significados que encierra: el impulso humano por explorar lo desconocido, la complejidad de los encuentros culturales y el precio que pagaron las poblaciones sometidas al colonialismo. Es, en definitiva, un símbolo de la interconexión histórica que une a Haití con un pasado que, aunque distante en el tiempo, sigue moldeando su presente.
El MUPANAH, con su fusión de arte, historia y memoria, se consolida así como un faro cultural que no solo honra el legado de Haití, sino que también lo proyecta hacia el mundo, recordando que en sus muros no solo se guarda el pasado, sino también la fuerza y resiliencia de un pueblo que ha sabido reinventarse frente a la adversidad.