En 1852, Londres vio aparecer una obra singular bajo el título Buenos Ayres and the Provinces of the Río de la Plata, cuyo subtítulo precisaba su objeto: “Su descubrimiento y conquista por los españoles, hasta el establecimiento de su independencia política”. Su autor fue Sir Woodbine Parish, vicepresidente de la Real Sociedad Geográfica de Londres y figura clave en la temprana relación diplomática entre el Río de la Plata y el Reino Unido.
La génesis del libro se remonta a décadas atrás. En diciembre de 1823, Parish —por entonces un joven funcionario de 27 años con experiencia en las más altas esferas de la diplomacia británica— fue designado cónsul general en Buenos Aires, en un momento decisivo para las Provincias Unidas. Simultáneamente, Londres enviaba representantes a Chile, Perú y Colombia, en lo que se entendía como una estrategia para estrechar lazos con las nuevas repúblicas sudamericanas.
Una carrera forjada en la diplomacia europea
Antes de llegar al Río de la Plata, Parish había acompañado a Lord Castlereagh en París tras la caída de Napoleón y participado en el Congreso de Aquisgrán en 1818. Incluso, de su puño y letra, redactó el texto del Tratado de la Santa Alianza. Esa experiencia le dio un bagaje único que lo preparó para su misión en Sudamérica.
En Buenos Aires desembarcó el 31 de marzo de 1824, con instrucciones claras de su superior, George Canning: recabar toda la información posible y, al mismo tiempo, negociar un tratado de amistad y comercio. Apenas un año después, el 2 de febrero de 1825, lograba la firma del primer acuerdo formal entre Su Majestad Británica y las Provincias Unidas del Río de la Plata, rubricado también por Manuel José García, encargado de las relaciones exteriores del gobierno que ejercía la representación de la mayoría de las provincias.
Ocho años decisivos en el Río de la Plata
Durante su estadía, que se extendió hasta 1832, Parish se convirtió en un interlocutor indispensable de los líderes locales, entre ellos Bernardino Rivadavia, Juan Gregorio Las Heras y Manuel Dorrego, cuya vida intentó salvar infructuosamente poco antes de su fusilamiento. En un Buenos Aires con escasa representación extranjera —limitada a Reino Unido, Estados Unidos, Portugal, Brasil y Francia— la figura de Parish destacó por su simpatía, su don de gentes y su capacidad de articular intereses diplomáticos y comerciales.
Gran Bretaña, que era el principal acreedor de la joven nación a través de la Baring Brothers, también dominaba el comercio: la mitad de las mercancías ingresadas al país eran de manufactura británica, como el propio Parish consignó en sus escritos.
Del Río de la Plata a Europa: legado intelectual
Al concluir su misión, Parish regresó a Inglaterra cargado de notas, mapas, especímenes zoológicos y memorias que darían forma a su célebre obra. Su libro fue leído con interés por personalidades como Alexander von Humboldt, el Capitán Robert FitzRoy y Charles Darwin, quien dejó anotaciones de gran valor en su ejemplar.
Su legado trasciende lo político. Parish se convirtió en un referente científico y cultural, publicando monografías, coleccionando documentos y difundiendo en Europa una imagen temprana y detallada de la Argentina.
Un puente entre mundos
Sir Woodbine Parish falleció en 1882, a los 83 años, en su residencia de Saint Leonards, junto al mar. Su vida sintetiza la intersección entre diplomacia, ciencia y cultura en el siglo XIX. No solo fue un hábil representante británico en el Río de la Plata, sino también uno de los primeros en presentar a la joven Argentina ante la mirada europea, cuando el Viejo Continente era aún el epicentro del mundo.