El café, raíz productiva y cultural del Haití profundo
Cultivado en sistemas agroforestales por pequeños productores, el café haitiano sostiene economías rurales, protege la biodiversidad y se abre paso en el mercado internacional
Haití posee una de las trayectorias más antiguas y significativas en la historia del café en América. Fue una de las primeras regiones del continente donde se introdujo su cultivo, y rápidamente se transformó en un importante centro productor.
La llegada del cafeto a Haití data de 1715. Desde entonces, su producción ha crecido de manera sostenida, generando beneficios tanto para los pequeños productores como para la economía nacional. En las últimas décadas, el auge del café de especialidad ha revalorizado esta tradición, atrayendo a un creciente número de consumidores occidentales con conciencia social, quienes valoran atributos como el comercio justo, la trazabilidad de origen y la producción sustentable.
El café ocupa un lugar central en la economía rural haitiana. Su cultivo, realizado principalmente mediante sistemas agroforestales diversificados, no solo brinda ingresos y seguridad alimentaria a miles de familias campesinas, sino que también cumple un rol clave en la protección del medio ambiente y la conservación de la biodiversidad.
El origen de esta tradición cafetera se remonta a comienzos del siglo XVIII, cuando se introdujo la variedad Typica –procedente de Java, actual Indonesia– en la isla de Martinica. La historia cuenta que un oficial de la marina francesa, encargado de transportar la planta, compartió incluso su ración de agua para asegurar su supervivencia durante la travesía. Una vez aclimatado el arbusto, su cultivo se expandió rápidamente por el Caribe, llegando a Saint-Domingue, actual Haití, donde el café floreció como un cultivo comercial de gran escala.
Tras la independencia, el modelo de grandes plantaciones fue reemplazado por sistemas agrícolas más diversos, en los que los cafetos conviven con árboles frutales como aguacate, mango o palma, y cultivos alimentarios como ñame y mandioca. Esta práctica agroecológica, profundamente arraigada en las comunidades rurales haitianas, se mantiene hasta hoy.
El café haitiano es reconocido internacionalmente por su calidad y perfil distintivo: acidez suave, cuerpo medio y agradables notas achocolatadas. Uno de los ejemplares más valorados es el Haitian Blue, nombrado así por el tono gris azulado de su grano verde. Cultivado a la sombra y procesado mediante métodos húmedos, este café ha conquistado paladares exigentes en mercados de especialidad.
Aunque el mango y el cacao han tomado hoy protagonismo en la balanza exportadora del país, el café continúa siendo un símbolo de identidad y una fuente vital de desarrollo para Haití. Su historia, profundamente ligada a la tierra y a las manos que lo cultivan, es también un testimonio de resiliencia, sostenibilidad y saber ancestral.