El embajador de los Estados Unidos en Argentina, Su Excelencia, Edward Prado y su esposa María abrieron las puertas del emblemático Palacio Bosch, el cual pudo ser disfrutado virtualmente, debido a la pandemia COVID-19.
La lujosa residencia que es sede, desde 1929, de la Embajada de los Estados Unidos en Argentina y es también el lugar donde vive el embajador, situada el barrio porteño de Palermo, en un entorno privilegiado cercano a los bosques de Palermo, ocupa casi toda la manzana entre Avenida del Libertador, Kennedy, Seguí y Fray Justo Santa María de Oro, está conformado por cuatro plantas con un total de 3396 metros cuadrados construidos.
De estilo clasicista francés del siglo XVIII, el favorito de las élites argentinas hace cien años, el palacio fue diseñado en 1912 por el arquitecto francés René Sergent para ser la residencia del político y diplomático argentino Ernesto Bosch (1868-1942), quien estuvo destinado a París y Washington, entre otros destinos.
Considerada una importante pieza del patrimonio arquitectónico de la belle époque, cuenta con escaleras de mármol, arañas imponentes, suelos alfombrados y numerosas piezas de arte decorativo que fueron importadas de Europa. Sus cuidados jardines estuvieron diseñados por el paisajista Achille Duchene.
La araña que cuelga en medio de la escalera central es solo una de las varias que fueron diseñadas para el Palacio y que se conservan desde 1918.
Otra joya del Palacio que se conoció luego de décadas fue el oratorio en la planta privada, al lado del cuarto principal. Elisa Alvear de Bosch era una devota católica que realizó diversas obras de caridad a lo largo de su vida. Cuando se mudó se llevó ese oratorio y ese lugar pasó a ser un vestidor.
El salón de baile es el más grande del Palacio y donde se suelen llevar adelante las recepciones más numerosas.
Bosch volvió a la Argentina para ser canciller de Luis Sáenz Peña y para no extrañar la vida que había tenido en París, encargó el diseño del palacio al arquitecto René Sergent, los objetos y la decoración los hizo traer a la casa Carlhian y uno de los parques fue ideado por Charles Thays.
Afectados por la crisis económica, en 1929, debieron desprenderse del palacio, que fue adquirido por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, transformándolo en embajada y residencia del embajador.
En el Palacio, en la actualidad, se exhibe el contrato original de venta del Palacio Bosch a los Estados Unidos.
Cuentan que Bosch, a pesar de todo se negaba a venderlo y que el embajador de Estados Unidos, enamorado del palacio, insistía en comprarlo, obteniendo siempre la negativa del matrimonio. Entonces, el embajador insistió en la intención de compra, haciéndolo frente a muchos invitados en una reunión. Bosch, en broma, le dijo que sólo la vendería por una cifra enorme y desalentadora: tres millones de pesos.
Días después recibió el anuncio que el gobierno de los Estados Unidos pagaría ese monto, lo que lo obligó a cumplir con su promesa. Eran otros tiempos donde la palabra empeñada era sagrada.
Para su manutención el edificio cuenta con un equipo de especialistas que cuidan todos los detalles para su preservación, además de la misma cantidad de trabajadores en tareas de mantenimiento, limpieza, mayordomo, chef y ayudantes.