Cada noche el camión de la basura de color amarillo pasa por delante de las tiendas de té de burbujas y los edificios bajos de apartamentos, impregnando el aire con la bella melodía de “Para Elisa” de Beethoven.
Para gran parte del mundo, esa joya clásica es la pieza omnipresente de las clases de piano, pero para los habitantes de Taiwán, es el comienzo de un ritual nocturno, una clara e inconfundible señal de que es hora de sacar la basura.
El camión amarillo de la basura (y un camión blanco de reciclaje más pequeño que va detrás) se detienen frente a una tienda de comestibles muy iluminada en un barrio residencial de clase media del distrito de Xinyi, el centro financiero de Taipéi.
Mientras un equipo de recolectores de basura se baja del camión y comienzan a colocar una serie de botes, además de otros receptáculos separados para papel, plástico, vidrio, metal, alimentos crudos (para abono) y comida preparada (para alimentar a los cerdos).
Durante los próximos 20 minutos, lo que sería una escena callejera discreta se transforma en algo parecido a una fiesta vecinal porque los residentes, mayores y jóvenes, se aproximan al camión de la basura desde todas las direcciones. Llegan a pie, en bicicleta y monopatines, arrastrando su basura preseleccionada en carritos y bolsas de plástico. Algunos hasta van acompañados de sus mascotas.
“A veces saco la basura a solas, a veces salimos juntos”, dijo Xiang Zhong, estudiante de bachillerato de 18 años que estaba allí con un grupo de amigos. Un débil hedor a basura impregnaba el aire.
“Creo que es un buen sistema”, dijo Xiang. “Ayuda a mantener limpio a Taiwán”.
Los sistemas de recolección de residuos varían en todo el mundo, pero ningún lugar lo hace como Taiwán. Si uno visita cualquier ciudad o pueblo rural, llueva, truene y los cinco días de la semana encontraremos a la gente parada en la acera con sus bolsas, esperando a los camiones de la basura.
Algunas personas pasan el tiempo mirando sus teléfonos, otras se ponen al día con los chismes. Todos tienen los oídos bien abiertos para escuchar los primeros compases de “Para Elisa” o “La oración de la doncella”, una melodía para piano de Tekla Bądarzewska-Baranowska, la compositora polaca del siglo XIX, que es la otra melodía elegida por los camiones de la basura de Taiwán.
Todo esto forma parte de una política de manejo de residuos que lleva décadas en Taiwán, según la cual “la basura no puede tocar el suelo”. Los funcionarios insisten en que obligar a la gente a entregar su basura personalmente a los camiones (en vez de sacar sus botes para que los recojan después o de colocar la basura en un contenedor) ha sido clave para la transformación de un lugar que en otra época fue apodado como la “isla de la basura”, en una sociedad limpia y, en gran medida, sin desperdicios.
Gracias a este sistema pueden evitar que la basura se acumule y mantienen limpio su entorno.
El sistema también ha fomentado el sentido de comunidad en muchos vecindarios, ayudando a fortalecer la sociedad civil que sustenta la vibrante democracia de Taiwán.
Incluso el amor ha tenido protagonismo, ya que hay historias de parejas que se conocieron mientras esperaban en la fila para la recolección de basura.
La preocupación en tiempos de pandemia también ha hecho que la gente sea más cautelosa a la hora de interactuar al dejar la basura. Sin embargo, la gente comentó que el mero hecho de poder ver caras conocidas, aunque estén parcialmente ocultas por los cubre bocas, ha sido un consuelo en un momento en que muchos se sentían aislados.
“Estamos jubiladas, no tenemos nada que hacer en todo el día, así que es agradable salir y ver a los amigos”, dijo Lin, una ama de casa jubilada.
Lin y Yu son lo suficientemente mayores como para recordar los días en que las calles de Taipéi estaban llenas de basura y los vertederos de la isla se desbordaban. La situación llegó a ser tan grave, y los habitantes se molestaron tanto, que a partir de la década de 1990 el gobierno inició una revisión del manejo de residuos.
En Taipéi, se les ordenó a los habitantes que compraran bolsas de basura azules distribuidas por el gobierno como parte de un sistema con lo que crearon un impuesto a la producción de basura como estímulo para generar menos desechos.
En toda la ciudad se instalaron más de 4000 puntos de recolección de basura y se retiraron la mayoría de los contenedores públicos para dificultar la creación de vertederos ilegales, además de imponerles multas a quienes fueran sorprendidos arrojando basura.
Lo que sigue siendo un misterio es cómo eligieron “Para Elisa” y “La oración de la doncella”, dos tan bellas melodías. Algunos dicen que un funcionario de salud eligió la canción de Beethoven tras escuchar a su hija tocarla al piano. Lo cierto es que ambas piezas se han convertido en parte integral de la banda sonora de Taiwán, atrayendo a una multitud a la hora de sacar la basura.