Embajadas extranjeras
Leonardo da Vinci 1519-2019 In-Genio italiano
El embajador de Italia Giuseppe Manzo inauguró la muestra Máquinas e Inventos en el Bajo Barolo
La Embajada de Italia en Buenos Aires celebra en Argentina el Genio y el In-Genio italiano que continúan inspirando al mundo en su camino hacia el progreso en el arte y la industria, la tecnología y la literatura, la música y la innovación, la arquitectura y la ciencia. Se trata del mismo in-Genio que contribuyó a la creación de la Argentina que conocemos y que la acompaña hoy en la construcción de su futuro.
Pasados ya 500 años de su fallecimiento, Leonardo da Vinci, artista y científico, ícono del humanismo, hombre del futuro, Italia presenta en Argentina “In-Genio italiano. El arte de innovar y construir el futuro”, un programa de exposiciones, conferencias, seminarios y espectáculos para ilustrar el in-genio y la capacidad creativa italiana, fuente de inspiración, interpretados por artistas, empresarios y protagonistas de la sociedad italiana y argentina.
El embajador de Italia en Argentina, Giuseppe Manzo, dentro del marco de los 500 años a Leonardo da Vinci, inauguró la Muestra “1519-2019: el Genio de Leonardo da Vinci “ Máquinas e Inventos” en el Bajo Barolo, en la Avenida de Mayo 1370 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la presencia de amigos, artistas y cuerpo diplomático.
Los inventos de Leonardo da Vinci siguen influyendo en el mundo hasta nuestros días. El helicóptero, el paracaídas, el anemómetro, el tanque o la ballesta son algunos de los muchos que siguen usándose.
Leonardo da Vinci es uno de los inventores más prolíficos de la historia; ingenió inventos e innovaciones en una gran variedad de campos. Destacó por su curiosidad y su capacidad para innovar y ser creativo en distintas áreas del saber.
Ya sea el diseño de armas de guerra, máquinas voladoras, sistemas de agua o herramientas de trabajo, da Vinci, el inventor (al igual que el artista) nunca tuvo miedo de mirar más allá del pensamiento tradicional.
A pesar de que el primer helicóptero real no fue construido hasta la década de 1940, se cree que los esbozos de Leonardo da Vinci de finales del siglo XV fueron el predecesor de la moderna máquina voladora.
Al igual que muchas de las ideas de da Vinci, nunca lo construyó, pero sus notas y dibujos trazaban exactamente cómo funcionaría el dispositivo.
De las muchas áreas de estudio de Leonardo da Vinci, tal vez el área favorita de este hombre renacentista era la de la aviación. Da Vinci parecía realmente emocionado por la posibilidad de que la gente se elevara a través de los cielos como pájaros.
Uno de los inventos más famosos de da Vinci, la máquina voladora (también conocida como el «ornitóptero») muestra idealmente sus poderes de observación e imaginación, así como su entusiasmo por el potencial de vuelo.
El diseño de esta invención está claramente inspirado en el vuelo de los animales alados, el cual da Vinci esperaba replicar. De hecho, en sus notas, menciona los murciélagos, cometas y aves como fuentes de inspiración.
Aunque el crédito por la invención del primer paracaídas práctico se lo dan generalmente a Sebastien Lenormand en 1783, Leonardo da Vinci concibió realmente la idea del paracaídas cientos de años antes.
Da Vinci hizo un esbozo de la invención con esta descripción “ Si un hombre tiene una tienda hecha de lino, cuyas aberturas han sido todas taponadas, y será doce braccias (unos 23 pies) de ancho y doce pulgadas de profundidad, podrá arrojarse desde cualquier gran altura sin sufrir ningún daño”.
Quizás el aspecto más distinto del diseño de paracaídas de da Vinci era que el dosel era triangular en lugar de redondeado, lo que llevó a muchos a preguntarse si realmente tendría suficiente resistencia al aire para flotar. Y puesto que el paracaídas de da Vinci debía hacerse con lino cubriendo un marco de madera, el peso del dispositivo también era visto como un problema.
El problema con los cañones de la época era que tardaban mucho tiempo en cargarse. La solución que da Vinci daba a ese problema era construir morteros de múltiples cañones que pudieran cargarse y dispararse simultáneamente.
Los cañones se dividieron en tres filas de 11 cañones cada uno, todos conectados a una sola plataforma giratoria. Atados a los lados de la plataforma había grandes ruedas.
La idea era que mientras se disparaba un juego de cañones, otro conjunto se enfriaría y el tercer set podría ser cargado. Este sistema permitía a los soldados disparar repetidamente sin interrupción.
Para evitar cualquier confusión inicial, Leonardo da Vinci no inventó el reloj. Lo que hizo fue diseñar un reloj más preciso. Mientras que los relojes que mostraban horas y minutos se habían hecho cada vez más precisos en el tiempo de da Vinci (siglo XV), no hicieron un gran salto hasta la incorporación del péndulo unos 200 años después. Pero, da Vinci realmente diseñó un reloj más preciso.
El reloj de Leonardo tenía dos mecanismos separados: uno para los minutos y otro para las horas. Cada uno estaba compuesto de pesos, artes y arneses elaboradamente conectados. El reloj también tiene un dial para seguir la pista de fases de la luna.
Leonardo da Vinci nació en un pueblecito de la Toscana, llamado Vinci, próximo a Florencia, en 1452, concretamente el día 15 de abril. Aunque en realidad no vino al mundo en Vinci como tal, sino en una casita algo apartada del pueblo, perteneciente a una aldea aledaña llamada Anchiano. Fue hijo natural de un hombre relevante, Ser Piero da Vinci, notario, y una mujer del campo, de nombre Catalina. Eran buena gente. Aunque el padre no vivía con él, se preocupaba del hijo. No lo abandonó del todo ni lo dejó a su suerte. Sin embargo, ello no bastó para que Leonardo creciera como un muchacho instruido. Ni siquiera de mayor llegó a saber griego, y el latín lo estudió por su cuenta. Se sintió siempre por esto algo inferior a otros hombres más letrados que él, aunque ahora nosotros podamos verlo como algo trivial o accesorio.
En lo que sí recibió una educación elevada, gracias a Ser Piero, fue en arte. Cuando Leonardo contaba poco más de diez años, entró como aprendiz en el taller del más afamado pintor y escultor de Florencia: Andrea del Verrocchio. Con el maestro Verrocchio estuvo varios años, hasta que se convirtió él mismo en maestro. En 1478, Leonardo comenzaba su primer encargo como artista independiente, una pintura. Esta nunca fue realizada, con lo que empieza también ahí la fama de inconstante y poco cumplidor del genio toscano.
Humilde, generoso y, sobre todo, de espíritu inquieto, Leonardo quería desempeñar su labor en la ciudad más activa de la época: Milán. En 1482 logró convencer al duque Ludovico Sforza, apodado el Moro, para que lo contratase. A pesar de que sus argumentos eran de peso, pues Da Vinci prometía ser capaz de pintar, escul- pir (por desgracia no nos ha llegado ninguna obra suya), ejecutar obras de ingeniería y arquitectura, civiles o militares, lo cierto es que se ganó la simpatía del Moro con una lira de plata que él mismo había construido, y empezó a servirle en dos facetas poco conocidas del toscano: la cocina y la música. Por un lado, Leonardo inventaba platos exquisitos para su señor, que éste rechazaba por excesivamente delicados; y creaba toda clase de artefactos para la cocina, desde pequeños aparatos semiautomáticos a gigantescas máquinas operadas por varios hombres y bestias. Por otro lado, además, dedicó su tiempo a crear instrumentos musicales para el Duque, en los que se mezclaban aquellos cuyo fin, lógicamente, era tocar música con otros que más parecían hechos para hacer ruido, algo a lo que en Milán eran muy aficionados. En el colmo de esto último, Leonardo llegó a fabricar un tambor con ruedas densa das y baquetas con ejes que pretendía meter el ritmo en el cuerpo de los trabajadores de la cocina y aumentar su productividad. Algo que debió de ser parecido a los tambores de las galeras en BenHur.
A muchas otras tareas se entregó Leonardo en Milán, como por ejemplo el trabajo en su más importante obra pictórica la Última Cena, pintada en uno de los muros del refectorio del convento de Santa María delle Grazie. Aunque la pequeña Gioconda gane a la Última Cena en fama y popularidad, esta enorme obra está considerada la mejor de Da Vinci.
Otra muestra del Leonardo desconocido la constituye el hecho de que fuera muy aficionado a las bromas, incluso en su ancianidad. En cierta ocasión fabricó unos animales de cera, huecos, que por su ligereza volaban si se soplaba sobre ellos, y los lanzó como chanza sobre los asistentes a la elección del papa León X. En otra ocasión usó como base un gran lagarto vivo, al que cubrió con vibrantes escamas que contenían mercurio, una especie de barba y unos cuernos. A este monstruo lo puso en una jaula y lo cuidó como mascota.
Leonardo creó para la corte de Milán diversos instrumentos musicales.
Quizá el más famoso instrumento que inventó fue el órgano de tubos de papel. Su denominación, en italia no Organi di carta, responde al hecho de que se solían nombrar los instrumentos por su material constructivo principal. Muy similar al moderno acordeón, este órgano de mano tuvo como mayor innovación técnica la de haberse dispuesto el teclado en posición vertical, más favorable para la posición del brazo y de los dedos del instrumentista. Constaba también de un fuelle que ofrecía aire continuamente a los tubos. El motivo de elaborarlos con papel era aligerar el peso del instrumento.
También se interesó Leonardo en otro tipo de órgano, el de agua. El agua era para él, aparte de esa utilidad en la música, una de sus obsesiones. Por ello estudió el modo de utilizar el sonido de la caída del agua sobre unos vasos diversos, guiada por la pulsación de las teclas de un órgano. Por desgracia, como en tantos otros casos, este invento tan curioso se quedó en un mero diseño conceptual.
Leonardo estudió muy concienzudamente el vuelo de los pájaros y llegó a varias conclusiones interesantes. Lo primero que pudo aprender era el modo en que conseguían surcar el aire, mediante sus alas batientes. Este método es eficiente en un ave, pero no en un artefacto humano por motivos de peso y potencia. Hoy en día, por ello, no hay máquinas voladoras que batan alas, a pesar de que este artilugio también podría decirse que es precursor del ala delta moderna.
La cosa no quedó ahí, sin embargo. Mucho más allá en razonamiento, Leonardo también se dio cuenta de que se podría volar mediante el sistema del tornillo, que al girar en un fluido produce un efecto de empuje. Esto es una hélice. En la naturaleza no existen las hélices, puesto que no se concibe un ser vivo con un eje en torno al cual gire un elemento móvil.
El problema de este modelo de máquina voladora fue la construcción en sí misma. Ni los materiales ni las fuentes energéticas permitieron al toscano crear un modelo que ni de lejos se aproximara a la capacidad de ascender efectivamente hacia los cielos. Y, sin embargo, hoy podemos afirmar que se parece mucho al helicóptero. Cuatro siglos después, con los motores ligeros y con un diseño perfeccionado, aunque esencialmente idéntico, los autogiros y helicópteros remontaron el vuelo.
Y no es el único tipo de artilugios leonardianos relacionados con el aire. Aunque parezca mentira, también diseñó un paracaídas. Quizá pensando ya en futuros vuelos a gran altura, le surgió en su inquieta mente la idea y la necesidad de un modo de descender por la vía rápida pero sin matarse. A este artilugio le llamamos hoy paracaídas. El modelo de Leonardo se ha construido y probado en la actualidad, con pleno éxito, aunque su forma dista bastante de los que conocemos, ya que tiene base cuadrada y figura de pirámide.
Una de las mayores obsesiones de Leonardo, además de su famoso lema de alcanzar la perfección por medio de un obstinado rigor, fue el agua. Sus diseños relacionados con el líquido elemento abarcaron la forma de inundar zonas para protegerlas de los enemigos, o su conducción para buscar el beneficio de las gentes. Más allá de estos diseños de ingeniería civil encontramos artefactos concretos, como la campana de buceo, invento curioso donde los haya.
Por otro lado, también creó un dispositivo para impulsar buques muy parecido al de los navíos que remontaron el río Mississippi. En su barco de rueda, un hombre acciona la manivela que, conectada con un engranaje de ruedas dentadas que des multiplica el giro, mueve a su vez una rueda con palas, las cuales hieren el agua y producen el impulso. Este sistema no fue verdaderamente efectivo hasta 1807, momento en que se creó el buque que movía la rueda mediante la fuerza de una caldera de vapor.
También están entre sus inventos un precursor del submarino, funcionalmente correcto, aunque no práctico; y un salvavidas ideado para asistir a los hombres que cayeran al mar.
La guerra era algo tan común en los tiempos pasados, y los medios de información tan escasos, que incluso muchos ni se enteraban de que se estaban desarrollando salvo que tuvieran que participar directamente. Leonardo, en nada ajeno a su tiempo, inventó también multitud de máquinas para la guerra. Entre ellas contamos catapultas mejoradas, una ballesta gigante, una especie de ametralladora, cañones mejorados, un puente portátil, carros de combate con cuchillas y un antepasado del tanque moderno.