La actual sede de la Embajada de Italia fue propiedad de Federico de Alvear y su esposa, Felisa Ortiz Basualdo, cabales representantes de la predilección argentina por la cultura francesa en la primera mitad del siglo XX.
Alternaban prolongadas estadías en París con temporadas en Buenos Aires y tenían buen conocimiento de la gran tradición artística francesa. El diseño del edificio fue diseñado por el mismo Federico de Alvear, un apasionado por la arquitectura al punto de construir él personalmente maquetas de estudio para distintos proyectos que impulsara, quedando a cargo de profesionales de la construcción el desarrollo de aspectos técnicos y constructivos.
Federico de Alvear y su mujer, Felisa Ortiz Basualdo, ordenaron construirlo en 1920, mientras vivían en París. Cuatro años más tarde, y solo seis meses después de haberlo terminado, fue vendido al rey Víctor Manuel III de Saboya, siendo actualmente Residencia de los Embajadores de Italia.
Inspirado en la arquitectura francesa de mediados del siglo XVIII, rodeado de un amplio jardín.
Las fachadas tuvieron como modelo un edificio parisiense bien conocido y admirado por muchos argentinos de la época. La principal recrea las líneas del “Hôtel de Biron”, construido hacia 1730 por Jacques-Ange Gabriel y Jean Aubert para el financista Peyrenc de Moras, sede actual del Museo Rodin en Paris.
El palacio Alvear resume una época en que las residencias de Buenos Aires evolucionaban hacia una heterodoxia en la emulación de los modelos franceses consagrados, apareciendo criterios de disposición y confort de inspiración inglesa y cierto espíritu italiano en la concepción del edificio como villa rodeada de parque en cercana relación con los interiores.
Aunque la propiedad se compró en 1924, el mismo año en que el príncipe heredero Humberto de Saboya visito Buenos Aires en visita oficial, los condes Aldrovandi-Ma- rescotti no pudieron recibirlo. Parte del mobiliario para el flamante palacio que incluía muebles y pinturas de varios museos italianos llegaron junto con el noble italiano a bordo del transatlántico San Giorgio. Inaugurado oficialmente tres años más tarde, el Palacio Alvear hoy forma parte del Patrimonio Nacional.
Por este Palacio han pasado los Presidentes Gronchi, Saragat, Pertini, Scalfaro, Ciampi y Mattarella han marcado solemnemente esta historia, sellando las relaciones entre Italia y Argentina poniendo siempre presente este majestuoso Palacio.
Al llegar a su entrada principal nos encontramos con puertas de hierro forjado, en su entrada lateral dos esfinges provenientes de Italia a los costados de la escalinata de entrada; ingresando a la residencia a través de su bellísimo jardín de invierno se destacan las lámparas de techo en hierro forjado y vidrio, donde nos encontramos con una parlantina estilo Luis XVI.
El majestuoso hall de recepción, en cuyo centro se encuentra una imponente escalera altar de mármol blanco, que nos conduce al estudio del Embajador Giuseppe Manzo, a las dependencias privadas del Embajador y su familia.
El estudio del Embajador es una verdadera obra de arte, ya que podemos disfrutar viendo en sus paredes un Sansón de la escuela de Caravaggio, una de las principales piezas que componen la pinacoteca de la residencia, como así el espejo del siglo XVII que hace un juego de reflejos con la puerta de acceso al comedor; en cuyo comedor hay una mesa de nogal y una imponente chimenea, donde actualmente se reciben a los huéspedes del Embajador.
No podemos dejar de levantar nuestra vista hacia el techo ya que es increíblemente bello el cielorraso con castones de madera labrada, un trabajo típico de las construcciones de la época.
Los interiores están inspirados en el siglo XVIII francés, los salones de recepción, originalmente decorados con revestimientos y mobiliario de época seleccionado por Alvear y su esposa fueron re-decorados al ser vendida la casa al gobierno italiano en 1924.
Siguiendo nos encontramos con el gran salón de recepciones con un estilo francés y mobiliarios procedentes de Italia, sin perder de vista los óvalos en las paredes del mismo, los cuales llevan el título Grottesco Venezia, donde se aprecian las pinturas de Bosch y de Guardi.
El salón de música es para deleitar la vista ya que entre el juego de espejos y el reloj que podemos apreciar del siglo XVII es sinceramente una verdadera joya de estilo Imperio que representa la geografía alegoría del tiempo medida por el movimiento de la tierra.
Caminar por la residencia del Embajador es transportarse a Italia, un país con una cultura que siglos tras siglos como la francesa, inglesa o española es conocida a nivel mundial por su larga tradición ya sea por su historia como por su gastronomía.
Italia es un país donde eventos de alcance internacional como el carnaval de Venecia, la Scala de Milán y entre algunas de sus ciudades nos encontramos en Portofino con sus casas revestidas en colores únicos hacen reflejo como un espejo frente al agua que ha sido inspiración de muchos autores literarios; o en Nápoles el Palacio de Capodimonte, convertido en museo donde se exhibe la mayor colección artística de Nápoles y una de las más importantes de Italia, con obras maestras de Tiziano y Caravaggio entre otros, además de una colección única de porcelana y mayólica de diferentes residencias reales.
Italia es sinónimo de gastronomía reconocida mundialmente con una variedad de platos diferentes según sus regiones, como su inconfundible pizza, el jamón de Parma, el pesto de Liguria, la muzzarella de Bufala de Campania o sus vinos que los griegos antiguos llamaban Eriotria porque ya desde entonces la península era famosa por sus extraordinarios vinos.
Esto representa la Embajada como así la residencia del Embajador Manzo al recorrerla.
Fotos gentileza de: David Salamena J.